Hoy, martes, daba un rápido repaso a La Voz de Galicia parándome como siempre en las páginas de mi comarca, Ferrol. En estas páginas encuentras fotos de gente cercana y sorprendentes noticias que ocurren cerca de tu casa. También encuentras artículos y columnas de periodistas de la comarca. Pero ese día fue diferente.
En una de las columnas leía el título "Iago y Álvaro", escrito por Nona Inés Vilariño. Son tres nombres que durante dos años coincidieron bajo un mismo techo, las aulas de un colegio. Son tres nombres que hace unos días se encontraban por casualidad en un tranquilo paseo durante el ocaso. Sobre eso iba su historia, y mi amigo y yo eramos los inesperados protagonistas.
Me gustaría agradecer a Nona este detalle. Ella, de hecho, ha supuesto para nosotros la voz de la Historia de España a lo largo de dos cursos, pero a parte de eso, ha sido nuestro apoyo. Ella nos ha enseñado a encontrar el camino hacia el futuro, nos ha guiado y nos ha puesto los pies en la Tierra. Aún recuerdo cómo contaba sus vivencia en el Congreso durante el 23-F y cómo nos hacía desconectar durante unos minutos con unas pequeñas discusiones sobre el fútbol.
Así pues, desde aquí darle las gracias por todo, de mi parte y de la de Iago. Ambos emocionados hemos leído su artículo que, dentro de unos años, será un bonito recuerdo de nuestras vidas.
Aquí tenéis su artículo (Mi bitácora, por Nona Inés Vilariño, 21/6/2011)
Iago y Álvaro
"Iago y Álvaro son dos alumnos de los muchos que he tenido a lo largo de mi trayectoria como profesora. Me los encontré hace unos días en uno de mis paseos por esa maravillosa ribera que tantas tardes me devuelve el sosiego perdido a lo largo del día, cuando la realidad se encanalla con noticias que nos arrugan el alma. Era una tarde desapacible, caía esa lluvia fina que casi no se nota pero que te va empapando hasta calarte. Me crucé con ellos y sus miradas, francas como siempre, me transmitieron, sin duda, la alegría de verme. Hubiese querido abrazarlos para transmitirles con ese abrazo cuánto me importan. La conversación fue breve por imperativo meteorológico, pero suficiente para devolverme a las aulas por un momento y recordar algo de lo mucho que aprendí de alumnos como ellos.
Son dos chicos diferentes entre si, pero, aunque parezca paradójico, muy parecidos también. Pertenecen a ese grupo de gente normal que constituye la mayor riqueza de nuestra sociedad. Viven con sus padres a los que quieren y respetan; pronto serán universitarios; nunca escupirán a un político, ni quemarán la bandera de España, ni agredirán a un profesor. Son como la inmensa mayoría de los jóvenes de hoy. Por eso nunca serán noticia.
Me dormí abrazada a ese breve rato de conversación que me recordó que Iago y Álvaro son la reserva de normalidad que nos devuelve la esperanza de poder oír los sonidos de su silencio, que es mucho más fructífero que el ruido de otros..."
No hay comentarios:
Publicar un comentario